Aprovechando la feliz coincidencia de la publicación del libro escrito por Peter Hook, “The Hacienda. Cómo no dirigir un club” (Contra Editorial, 19), y el 30º aniversario de “Technique” (89), su último clásico a 33 revoluciones, desplegamos un mapa con diez sencillos imprescindibles para comprender su doctorado en maestros de las distancias cortas.
Ceremony (1981)
New Order fueron la respuesta provocada por el fatal desenlace que Ian Curtis buscó para su tormento. Para rubricar el fin de Joy Division, se hacía imprescindible tirar las cenizas al mar. Antes de morir, Curtis había dejado escritas las letras para la música que el resto del grupo había compuesto para “Ceremony” y “In A Lonely Place”. Hielo y Luz. Dos sensaciones enfrentadas que describen al dedillo la infecciosa voluptuosidad lírica de Joy Division, pero también el vértigo antártico de unos sintetizadores que suenan bajo el precipicio emocional de Curtis. El 6 de marzo de 1981 se publicó el primer single de New Order, con estos dos cortes por ambos lados. Ya era oficial, Bernard Sumner había tomado las riendas del grupo. Los dedos de Peter Hook dibujan líneas de bajo reptando hacia la luz mientras su nuevo solista retuerce inflexiones vocales suicidas. Intensidad sin filtros para un corte con el que Galaxie 500 y Xiu Xiu hicieron auténticas filigranas.
Temptation (1982)
New Order crecían a pasos agigantados. Cada día se escapaban un poco más de la sombra de Joy Division. Ya sin Martin Hannett dentro de su ecuación sónica, dicho fin se hace más cristalino. “Temptation” es el camino más corto dentro del plan de fuga trazado. Por primera vez los sintetizadores suenan exultantes, ajenos a la majestuosidad de “Decades” o “Atmosphere”, de Joy Division. Los de Mánchester se han refugiado en la efervescencia y el arrebato vital de un corte que, en su versión en doce pulgadas, son casi nueve minutos de puro frenesí. Sensación que traza al milímetro lo que Sumner vivió mientras le daba forma final: “Durante la grabación [de ‘Temptation’] comenzó a nevar y Rob [Gretton] y Hook salieron corriendo para coger dos grandes bolas de nieve. Mientras estaba grabando las voces, me pegaron con estas en la espalda de mi camisa. Si escuchas la versión de ‘Temptation’ en doce pulgadas, se puede sentir cómo entran en el estudio y me las lanzan por detrás”.
Blue Monday (1983)
El certificado de reinvención bajo las bolas de discoteca vino con este single que, a su vez, fue la avanzadilla perfecta antes de la publicación de “Power, Corruption & Lies” (1983): el álbum con el que ya podían mirar de tú a tú a su pasado más reciente junto a Ian Curtis. Entre los ocho cortes del álbum, “5 8 6” suena como la versión alienígena de “Blue Monday”. Un desparrame technófilo que chorrea endorfinas a su paso. El monolito donde se encuentran todas las claves donde han pescado grupos como LCD Soundsystem y Factory Floor.
Más fantasiosa y épica que “Blue Monday”, sin embargo, esta última fue la que se llevó la fama y provocó que Kraftwerk tuvieran que retrasar el álbum que iban a publicar con el título de “Techno Pop”, rebautizado en 1986 como “Electric Café”. Lo mismo le sucedió a Pet Shop Boys con “Keeping My Fingers Crossed”, un tema de parecido trote rítmico que el de “Blue Monday”. Cuenta la leyenda que, al escuchar “Blue Monday”, Neil Tennant maldijo el hit de New Order: “¡Maldita sea, se supone que somos nosotros los que estamos haciendo esto!”.
Confusion (1983)
“Blue Monday” se convirtió en la brújula que alentó su excursión hacia el brillo estroboscópico de la pista de baile. En el vídeo de “Confusion”, las risas entre los cuatro miembros del grupo representan un nuevo comienzo. Solo un año después, Sumner aparecía con pantalones cortos de sport. La oscuridad ha sido debidamente extirpada de su cuaderno de estilo e imagen. Y el nigromante del pellizco electro, Arthur Baker, les ha tendido la mano en la configuración de tan jugoso ejercicio techno funk. Pulpa cien por cien que resuena como la versión futurista de lo que, en los años setenta, había buscado el reputado DJ Ian Levine cuando se acercó a Nueva York en busca de nuevos ingredientes para el asentamiento de la escena Northern Soul en Mánchester.
New Order fueron mucho más lejos que su vecino, haciendo de la gran cosmópolis estadounidense un reflejo de sus filias hacia la vibración disco.
Thieves Like Us (1984)
Cuando se citan los hits más representativos de New Order, muy pocas veces sale a la luz “Thieves Like Us”. A pesar de no contar con la solera de “Bizarre Love Triangle” o “True Faith”, estamos ante el meridiano exacto de su edad de oro. Uno de sus valores fue marcar el rastro de miguitas hasta “Low-Life” (1985), el trabajo que los catapultó como dioses de la vibración techno pop.
Hacía tiempo que New Order trufaban las discotecas de Chicago y Detroit, la cuna del house, con sus matemáticas expresionistas. Los de Mánchester hacían sudar a los parroquianos de iglesias del ritmo como The Warehouse, en Chicago.
“Thieves Like Us” es una reacción espontánea contra el subidón de sus anteriores singles. Resaca emocional para la cual Sumner excava en su capacidad para coser su voz al recuerdo de lo que significa vivir bajo la apesadumbrada lluvia norteña de su ciudad. Amores difuminados en encuadres que invitan al visionado obsesivo de las películas dirigidas por su admirado Michael Powell.
The Perfect Kiss (1985)
A día de hoy, se hace hasta perturbador recordar que “The Perfect Kiss” no fue un mega hit como “Blue Monday”. Incomprensible hasta límites insospechados, esta canción lo tenía todo: una intro in crescendo donde se fundía pulso africano con épica tecno, un estribillo altamente pegadizo, todo sazonado con unas hechuras rítmicas exuberantes. Incluso Jonathan Demme, el director de “El silencio de los corderos” (1991), fue quien llevó la cámara en un vídeo para el recuerdo, con los cuatro miembros del grupo tocando la versión de ocho minutos del corte en el estudio de grabación. Al fondo del mismo, en la pared más cercana a Sumner, se puede ver el póster de Joy Division. Símbolo que ya no es contemplado como la sombra vampírica del pasado, sino como el reconocimiento de un episodio glorioso de su evolución artística.
Sub-Culture (1986)
Al igual que Pet Shop Boys se hundieron cuando New Order se adelantaron al ritmo que tenían preparado para incendiar los charts de singles, también le deben la influencia, directa o no, de “Sub-culture”, un corte donde la exuberancia góspel es acelerada por el chisporroteo electrónico en modo sacro. De esta sensibilidad también se hicieron eco Alaska y Dinarama en “A quién le importa”, otro éxito arrollador con no pocos parecidos con el tema de New Order.
“Sub-Culture” tampoco tuvo el impacto deseado, pero contó con una serie de versiones en siete y doce pulgadas, donde destaca el sello neoyorquino que el protegido de Arthur Baker, John Robie, imprime al tapizado final de una canción que también se adelantó unos cuantos años al “Like A Prayer” de Madonna…
Bizarre Love Triangle (1986)
Seguramente, en una evaluación de los estribillos más radiantes que se recuerdan, “Bizarre Love Triangle” se encuentra en el cajón de los elegidos. No es para menos ante una irrupción melódica que, entre la línea de sintetizador del “Never Ending Story” de Limahl (fuera prejuicios y caspa, por favor) y el sobrecogedor efecto de cuerdas de fondo, estalla como una supernova pop a la altura de los momentos más granados de perfeccionistas de la melodía central como ABBA.
Los tentáculos de esta obra maestra no solo ha influido en el bautizo de grupos como Triángulo de Amor Bizarro, sino que nos recuerdan por qué la década de los ochenta sigue siendo ese refugio en el que la nostalgia, en casos como el de New Order y The Smiths, es un tobogán hacia la inspiración.
True Faith (1987)
Para amenizar la espera entre “Brotherhood” (1986) y “Technique” (1989), nada más nutritivo que un recopilatorio con el peso de “Substance” (1987) y singles tan perfectos como “True Faith”; cuya cara B, “1963”, nos recuerda la sana tradición que tenían los de Mánchester para poblar sus singles de extras que serían piedras roseta en la discografía de toda banda pop con galones.
La épica del estribillo de “1963” es tan melodramática que bien podría haber sido la cara A del single. Sin embargo, “True Faith” es un pasamanos hacia la eternidad cocinado desde el enclaustramiento forzoso que Sumner vivió durante su composición. “En realidad, nadie puede recordar si esto fue intencionado o no, pero cuando los miembros del grupo abandonaron el piso, uno de ellos cerró la puerta y se llevó las llaves al estudio. Barney no podía salir, y al parecer lo único que tenía en casa era una botella de agua y un trozo de bacon algo podrido y mohoso en la nevera. No tenía nada para comer, el teléfono no funcionaba, así que estuvo allí hasta que la banda volvió a las nueve de la noche”, recuerda Stephen Hague, productor de la criatura.
Run 2 (1989)
Que la portada del single “Run 2” estuviera inspirado en el diseño de una caja de detergente es quizá el único pero que se le puede achacar al trabajo gráfico que Peter Saville realizó para Joy Division y New Order. No en vano, “Run 2” es el corazón de “Technique”, el disco con el cual Sumner apura lágrimas ante su reciente separación, mientras lanza preguntas al vuelo como “what the hell is happening”. Muy atinadamente, para tan sentida ocasión, el traje instrumental confeccionado tira del puente Joy Division-New Order, a través de “Ceremony” y “Age Of Consent”, y no de su metamorfosis techno.
Del pozo del desengaño se abren claros lumínicos. Una vez más, las cuatro cuerdas de Peter Hook tejen una cordillera de pop electro acústico de vasta influencia en las señas de identidad del Donosti Sound; sobre todo, en bandas como Family o La Buena Vida. Grupos que, en su momento, fueron el paralelismo más evidente con ese testamente llamado “Technique” (1989), con el que New Order dijeron adiós a los ochenta y a las musas, que tuvieron secuestradas en aquellos años.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.