“Third” es la evolución justa y natural de los de Bristol. Es el disco que habrían hecho igualmente hoy si no hubieran desaparecido del mapa. Podría haber sido perfectamente el brillante quinto o sexto largo de la banda, pero es el tercero. Y afortunadamente, es una obra maestra. Olvídense de la palabra ‘trip hop’. Eso ya no existe (hasta que llegue su revival). Portishead es ahora pop. Música pop exótica, visceral, ensoñadora, misteriosa. Una sola escucha evidencia que estamos ante una obra de naturaleza extraña, pero sumamente atractiva. El guitarra Adrian Utley, reconocido por fin como miembro oficial de la banda, y Geoff Barrow, auténtico cerebro del grupo (teclados y programaciones), son los encargados de atender individualmente a los medios en Barcelona. Ni rastro de Beth Gibbons. La demanda de la prensa para charlar con ellos es grande, así que tienen que recibir a los periodistas a pares. Por fortuna, somos los primeros. Adrian, con cincuenta años recién cumplidos y una hija de un año a la que nombra varias veces (“no haremos giras extensas, quiero estar con ella”), es nuestro interlocutor. La primera pregunta es inevitable ¿Por qué?, ¿Por qué diez años de silencio? Utley afirma con una tranquilidad desconcertante que el parón no fue premeditado. “Cada uno de nosotros teníamos otros planes paralelos que nos alejaron de Portishead, pero nunca dimos carpetazo a la banda de manera oficial. Jamás dijimos: ‘vamos a parar’. Simplemente nos dejamos de ver durante un tiempo…”, dice. Aunque “Third” se edite diez años después de “Portishead” (Go Beat, 1997), en realidad, el cese de actividad de la banda se redujo a seis años. “Comenzamos a trabajar en las nuevas canciones hace cuatro años. Lo más difícil fue encontrar una nueva dirección a tomar…”. Adoptar una nueva identidad ha supuesto un reto. Y Utley confiesa que no lo han hecho de cara a la grada. Lo han hecho por ellos. “Nuestra audiencia es muy fiel. Sabíamos que fuera cuál fuera la dirección que tomáramos, íbamos a tener una respuesta positiva. El reto era ver de lo que éramos capaces. Hemos trabajado con el fin de encontrar un discurso vanguardista. Hemos ido a sorprendernos a nosotros mismos, hemos ido más allá de la mera canción”. Da la impresión de que buena parte de este silencio discográfico, también ha sido forzado por los requerimientos de composición. Detrás de “Third” hay mucho, mucho trabajo. “Particularmente, estoy muy contento con el resultado, todos estamos contentos, pero no ha sido fácil… La manera que tenemos de trabajar es complicada. Hemos seguido unas normas muy estrictas, nos hemos exigido mucho a nosotros mismos. Constantemente nos hemos hecho preguntas sobre cómo arreglar las canciones, sobre cómo grabarlas, sobre cómo desarrollar los bocetos y las nuevas ideas… La verdad es que han habido momentos muy difíciles en los que deseaba acabar el disco de una vez”, confiesa. Un modo de trabajo lícito y, seguramente, necesario para una banda de sus características. La tensión emocional de Portishead no sería la misma si no hubiera ese desgaste físico y psíquico tras la construcción de cada tema. “Por lo general, una vez tenemos las estructuras de una canción, jugamos a deconstruirlas y a buscar nuevos caminos que hagan de esa canción, la mejor canción posible”.
En “Third” se nota esa complejidad. No es un disco al uso. Y no es casual que Utley repita durante la conversación la palabra ‘avantgarde’ varias veces. En las nuevas canciones de Portishead el vanguardismo al que apela se traduce en el hecho de buscar el factor sorpresa, la cola de vaca. Las nuevas canciones están plagadas de cambios bruscos en sus estructuras. “Hubo momentos en los que fue muy complicado encontrar buenas ideas para las canciones. Hubo muchos días en los que Geoff y yo nos pasábamos el tiempo hablando y divagando para acabar diciendo: ‘hoy no es un buen día…’”. Porstishead demuestran con este modo de trabajo que realmente no son nada prolíficos en estudio. Perfeccionistas, enrevesados y extravagantes, sólo han compuesto once temas. Ni uno más, ni uno menos. Once canciones en las que Utley reconoce que hay nuevas influencias, que son reconocibles, aunque no evidentes. Porque las nuevas canciones siguen sonando a Portishead. La culpa la tiene Beth Gibbons. Su voz es demasiado estigmática. “Silver Apples han sido una gran inspiración en este álbum. También hemos escuchado mucho a Can y psicodelia inglesa de los sesenta y los setenta... Y en el aspecto electrónico del disco creo que hay reminiscencias a The Human League, sobre todo a la hora de entender los ritmos. No sé, en realidad, toda la música que te rodea siempre te influye de una manera u otra”.
Lo que está claro es que en “Third” no hay ni rastro de los beats a cámara lenta, ni de los desarrollos y estructuras geométricas del pasado. El beat, en casos como en “The Rip”, “Machine Gun” o “Plastic” (ésta última pieza la que más recuerda a los Portishead de los noventa), se usa a favor de un tempo más vivo y más libre, llegando en ocasiones a superar los 120 bpm’s. Por otro lado, en temas como “Silence”, “Hunter” o “Nylon Smile” se perciben percusiones muy selváticas. “Sí, es cierto. Hemos utilizado muchos toms, maracas y elementos de percusión de grandes orquestas. Esta línea rítmica también ha repercutido en las líneas vocales de Beth. Si te fijas, hay muchas armonías”. Y no sólo eso, Beth Gibbons se sale. Los años han brindado matices a su voz, que se acomoda en el registro idóneo según la pieza. Al oírla es inevitable situarla en el panteón de las grandes laringes misteriosas junto a Antony o las hermanas CocoRosie. Eso sí, las letras son coto privado. A Adrian le producen respeto. “No son mis letras y no puedo hablar de ellas. Prefiero mantener su misterio, y darles mi propia interpretación, que prefiero reservármela… Sé que no es una respuesta válida a tu pregunta, pero es la realidad”. Dice la verdad. Hablemos, pues, de la producción, que es excelente. El disco suena con una calidez abrumadora. “El hecho de dirigir nosotros la producción de cada canción y desde el mismo momento en que la componíamos, nos ha permitido definir un sonido sistémico, patente en todo el álbum. Ha sido algo nuevo para nosotros porque hemos trabajado con muchos instrumentos…”. Concretamente con violines, vientos, arpas, sintetizadores y hasta un ukelele, que acompaña a pelo a la voz de Gibbons en la canción más bizarra del conjunto, “Deep Water”, que contiene unos lisérgicos coros doo woop que sorprenderán a más de uno. El nuevo arsenal de la banda lo podremos ver en sus dos noches en el Primavera Sound 2008. “Ahora somos una banda con muchos más recursos instrumentales lo que se traduce en un directo mucho más potente y vibrante. De hecho, algunas de las nuevas canciones incluso se podrán bailar. También llevaremos proyecciones”. Hay ganas.
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