Tras el pequeño revuelo causado por la elección de “Transatlanticism” como mejor disco del año pasado por parte de esta publicación, se generaron en nuestro país expectativas suficientes para que la segunda sala del Razz presentase una muy buena entrada. Sin embargo, el concierto arrancó de forma más bien titubeante, insegura y tímida. Tan tímida como parecen ser los cuatro componentes del grupo de Seattle, a quienes les cuesta levantar su mirada más allá de sus deportivas. Tan titubeante como la frágil voz de Ben Gibbard, quien no alcanza en directo las prestaciones que el estudio otorga, quedando en franca evidencia en la desangelada interpretación de una pieza tan bella y delicada como "Lightness". Sin embargo, a medida que se sucedieron las canciones, el sonido mejoró y el ambiente contagió de excitación a grupo y público. Así fue como los sentimientos empezaron a fluir y surgió la magia en canciones tan evocadoras como "Tiny Vessels" -con Chris Walla encargándose de parte de los bajos- o la más optimista "The Sound Settling". Poco a poco nos fuimos olvidando del irregular despegue, logrando incluso que nos dejásemos embaucar por ese final ruidista y sólido que tuvo como colofón ese medley en el que fundieron "All Is Full Of Love" de Björk (ya incluida en la edición española de "The Photo Album") con "Sunday Bloody Sunday" de U2. Entre todo, consiguieron que, tras hora y media de música, una sonrisa de satisfacción se dibujase en la mayoría de los rostros de todos aquellos que abandonamos ordenadamente la sala.
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