El hecho de que este tercer álbum sea homónimo es signo de que los ex compinches de Justin Vernon (Bon Iver) son conscientes de que la definitiva explosión de todas sus potencialidades está aquí. Sus celestiales armonías vocales, su prístino arrullo acústico o su sedante tono pastoral son vetas de una forma de entender el folk rock que muestra su reverencia por las sagradas escrituras (Crosby, Stills & Nash, Grateful Dead, America) al tiempo que se explaya, y nunca mejor dicho (porque a ratos se les va la mano en minutaje), en vericuetos experimentales que a veces llegan a buen puerto, y otras no se sabe muy bien a dónde quieren llegar. No tiene mucho sentido, de cualquier forma, reparar en desvaríos puntuales cuando hay aquí al menos seis temas sobresalientes: el inapelable ímpetu neilyoungesco de “Get Right” y “Post/Script”, la preciosa balada al piano de “Hope You Know”, el hálito de McCartney en la cegadora “Second Friend”, la inasible ternura de “Kill The Horns” o una canónica “You Are The Light” que Wilco hubieran firmado con gusto. El trío de Carolina del Norte se muestra tan genuino como el kudzu, esa planta típica de la America interior cuyo vertiginoso crecimiento ellos mismos comparan con el de su ingente base de fans. Y que ya merece alcanzar, y que nadie se espante, los guarismos gozados por Fleet Foxes.
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