Todo el mundo conoce a The Ting Tings. Son guapos, son modernos y la lían parda en los escenarios. A pesar de ser martes y de noviembre en plena crisis, la fantástica sala Bikini estaba llena hasta la bandera. Los ingleses colgaron el cartel de sold out en letras bien grandes. Empezaron a tocar con puntualidad religiosa y llegaron a un final de concierto demasiado rápido. En poco más de una hora representaron, sin tapujos y algún payaseo –en ello incluimos la imitación que Jules hizo de Frank Sinatra-, los diez cortes del que es su único álbum hasta la fecha, “We Started Nothing”. La música transmitió, en todo momento, el glamour del electro con guiños y elementos épico-líricos del pop. Hay que reconocer que el dúo de Salford se lo supo hacer. Repartieron cristianamente sus tres hits a lo largo del concierto. Abrieron con “Great Dj” y cerraron con “That’s Not My Name”, el single que parece haberse convertido en el himno clubber de 2008. Transmitieron confianza escénica y demostraron saber manejar un show, consiguiendo divertir al público en todo momento, que es lo más importante. En el ámbito musical, debemos reconocerlo, no defraudaron aunque ilustraron lo fácil que resulta, a veces, hacer música pegadiza. Katie White y Jules De Martino demostraron que, con una guitarra, una batería, unos cuantos samplers y una buena ecualización –está bien, también utilizaron un bombo, una caja de ritmos, un bajo y un cencerro- se pueden hacer maravillas. Bromas al margen, el genial sonido de la sala ayudó mucho. Ya no se venderán cedés, pero los conciertos están a tope.
Stay intemrafivo, San Diego, yeah boy!