La Boite es una sala pequeña que ofrece las ventajas e inconvenientes de un espacio de esas características. Por un lado se agradece y mucho tener a la banda tan cerca de tus narices y, por otro, corres el riesgo de quedar condenado tras una de esas múltiples columnas que parecen aflorar como setas de no se sabe donde. Afortunadamente, y pese a llegar tarde, conseguí ubicarme como pude en primera fila y disfrutar como un enano de un grupo, que demostró ser mucho más divertido, desenfadado e intrascendente sobre el escenario que en sus trabajos de estudio. Y no es de extrañar. Clem Snide son la típica banda que se ha pateado hasta la saciedad el abigarrado circuito de pequeños clubes del área de Nueva York, forjándose unas tablas y un discurso musical adaptado como un guante al formato de club y al ambiente cervecero en el que habitualmente se mueven. Por eso, saben manejar recursos básicos como: el contacto cálido con el público, la selección de un set adecuado a tales circunstancias e incluso la finalización, con una desenfadada versión del “War Pigs” de Black Sabbath dedicada con cariño a Bush y Aznar. Si eso no es populismo que me encierren y luego tiren la llave. Por lo demás demostraron que en directo beben mucho más que en vinilo del camino trazado hace más de veinte años por bandas como Dream Syndicate o Green On Red y que el rock americano, pese a gozar en la actualidad de muy buena salud, mantiene en el candelero a unas bandas que provocan más cariño que admiración y más complicidad que entusiasmo.
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