Suena el “El mas allá” y todo parece presagiar lo mejor de lo mejor. Lapido en estado puro, manejando el medio tiempo a voluntad, arrastrando las silabas con ese deje tan personal y construyendo historias que leídas valen un potosí. Lástima que en ocasiones los espejismos se rompan con tanta facilidad y te des de bruces con la realidad más cruda. Lástima que esta realidad no sea otra cosa que un disco que contiene tanto tic manido que no acaba nunca por despegar de tan anclado como está en una forma de cantar, construir canciones y letras tan de sobras conocida que poco parece aportar de nuevo. Ni siquiera las colaboraciones de Eva Amaral, Quique González y Miguel Ríos ejercen de bálsamo reparador para que olvidemos que esas tonadas ya las hemos escuchado antes en unos cuantos discos de nuestro protagonista. A mí me gusta el ajo, pero me repite y por eso lo dosifico. También me gusta Lapido, pero francamente esperaba algo menos acomodado y con un poquito más de riesgo.
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