Está claro que después de la declaración de intenciones de su debut, un grupo como Betunizer debía mejorar lo planteado. Un objetivo que puede darse por cumplido en “Boogalizer” gracias a ese incremento del componente esquizoide al que hay que ubicar, como no, junto a esos bajos gruesos y potentes que tanto apuntan a los noventa, algo así como si The Jesus Lizard se desdoblara hacia la personalidad de Rapeman. Una deriva hacia el desquiciamiento al que siguen acompañando de letras obsesivas y moscacojoneras, adornadas con ese característico destello surreal y pintoresco, que en su moldeo formal definitivo adquieren un tono incómodo, excesivo; auténtico gamberrismo bizarro transformado en sopapo emocional que, sin duda, será tan motivo de celebración para algunos como causa de abandono para otros. Dos posturas a escoger que, a pesar de algunos aspectos dudosos (por ejemplo las voces), irremediablemente nos decantan hacia el noqueo emocional de la primera. ¿Alguien dijo masoquismo?
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