Hay tipos que emiten un magnetismo especial que te atrae, no solamente por la profundidad de su voz o sus cualidades artísticas, sino también por la aureola maldita y de tipo arisco que les acompaña. Mark Lanegan es un ejemplo arquetípico de ese submundo oscuro, descarnado y doliente por el que todos atravesamos en alguna ocasión cuando todo parece hundirse a nuestro alrededor. Su figura parece condenada a ser minoritaria y nutrirse de un prestigio global, lo que le ha llevado a colaborar, durante estos siete años de sequía discográfica propia, con nombres imprescindibles de lo alternativo como Greg Dulli (The Gutter Twins), Josh Homme (QOTSA), Isobell Campbell o con el dúo electrónico Soulsavers.
La buena noticia es que Lanegan ha tomado buena nota de sus múltiples grabaciones y parece haber aprendido algo valioso de todas ellas. Unas enseñanzas que no se ha cortado un pelo en aplicar en un nuevo álbum, que debería otorgarle una nueva dimensión aunque sin salirse tampoco de las imposiciones propias del personaje. Un disco variado que sorprende en piezas como “Harborview Hospital” y sobre todo “Ode To Sad Disco” por el uso de la electrónica con Harmonia, Cluster y Krafwerk en la mirilla, como él mismo ha confesado en sus primeras declaraciones sobre el álbum. Pero los fantasmas de su pasado también aparecen en temas más duros como “The Gravedigger’s Song” o “Riot In My House” y en otros más sinuosos como esa maravilla downtempo que es “Bleeding Bloody Water” o “Phantasmagoria Blues”. Diferentes aristas de un cristal oscuro que debería brillar más de lo que ha brillado hasta la fecha.
Grande Mark Lanegan, a mi me cautivó a raiz de sus colaboraciones con los ya desaparecidos Mad Season
Ojo, no todos hemos habitado en ese "submundo oscuro" por el que deambuló Lanegan. Me parece que no sabéis lo que acarrea el desengancharse de las drogas. No es como una depre de adolescentes, no. Lo fantástico de todo es que él no hace gala de su dolor; se limita solo a escribir canciones.