A mediados del pasado año, el cuarteto barcelonés Black Islands publicaba su “Moix! Ep”, apenas tres temas con los que quedaban claras dos cosas: que los chicos se defendían bastante bien en lo suyo y que los noventa les habían marcado mucho, muchísimo. Lo que no dejaba claro era todo el potencial que se escondía tras la banda. Por eso ha hecho falta que grabasen con Santi García y Victor García, que tocasen tanto como les fuera posible y se tomasen sus canciones en serio para llegar a madurar su verdadero punto de partida. Ahora lo tenemos entre manos y no tiene más título que “Black Islands”, suficiente. Porque la verdadera sustancia está en su interior, en las diez canciones, exaltadas y enérgicas, que le dan forma. Y una forma fantástica, dicho sea de paso. Black Islands son una banda de puro indie rock noventas, sin segundas intenciones, sin trampa ni cartón. Black Islands son un grupo de canciones que nos traen a la cabeza toda la tradición estadounidense con la que algunos crecimos, pero con la frescura y imaginación suficiente para que contagien a nuevos oyentes ajenos a lo que se esconde en las claves de su sonido. La música de estos cuatro barceloneses huele a Superchunk, a Archers Of Loaf, a Dinosaur Jr, a Guided By Voices, a Chapel Hill, a Boston, a guitarras humeantes de tan raspadas, a verdad, a grupo que disfruta tocando. Puede que, por ello, Black Islands quizás no sean conscientes de que con este primer larga duración (nueve canciones en inglés, una en castellano) firman uno de los mejores discos de indie rock que se haya publicado en nuestro país en mucho tiempo, uno de esos álbumes en los que todo funciona y en los que, por mucho que conozcamos las cartas de la baraja, la frescura con la que se manejan los naipes nunca deja de sorprendernos.
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