En su tercer disco, el más maduro y menos hedonista, la banda de Zestoa, Grises, asume la fuerza de su demoledor directo. Con un sonido más crudo y menos arreglado, afrontan un giro hacia la frescura inicial de su debut influidos por grupos como Is Tropical, Foals o Reptile Youth y productores como Flood o Alan Moulder.
El quinteto parte del pop-rock con ascendencia anglosajona y del synth pop marcas de la casa para coquetear con el power pop y el post punk, ahondar en la senda de electrónica ochentas y confrontar sintetizadores retro con el protagonismo de unas guitarras atronadoras.
Lo mejor: el regusto dub de “Impares”, la reminiscencia dubstep de “Mork”, el regreso al sonido “Wendy” de “Indecisión” o la ficción en “Lopan”. Las letras resultan más reflexivas, marcadas por el dilema entre seguir los sueños o resignarse a la realidad. “Resucitar al animal se convirtió en mi obsesión… Ayer busqué un hogar y se transformó en mi prisión”.
¿Será la crisis de los treinta?
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