Quienes hayan visto a los mancunianos The Whip sobre un escenario sabrán que nunca hay que esperar sutilezas en sus conciertos. Desde el minuto cero, únicamente tienen en la cabeza que el público lo pase en grande. Y eso, vistos los resultados obtenidos también en esta ocasión, lo consiguen como pocos. Desde la primera nota de “Sister Siam” hasta que se despidieron una hora y veinte más tarde con “Trash”, la fiesta no bajó de revoluciones ni un segundo, sobre todo ahora, con un nuevo material que funciona a la perfección dentro del conjunto gracias a una composición que busca la eficacia por encima de cualquier otra cosa. Estribillos que no hace falta haber escuchado antes de asistir al concierto para poder ser coreados, baterías vacilonas y omnipresentes y unas líneas de bajo que no hacen más que subrayar la vocación de despiporre con la que nacieron The Whip y que, a día de hoy, continúa siendo su razón de ser. La fuga de Danny Saville únicamente marca un poco el directo del ahora trío. Bruce Carter debe encargarse de teclados, programaciones, guitarra y voces, aunque es evidente que prefiere la parte más orgánica de los directos. Vamos, que prefiere sudar dándole a la guitarra que convertir la parte electrónica del sonido de la banda en algo más vivo.
En todo caso, The Whip son capaces de asegurar algo que no todas las bandas consiguen: que el cliente –léase la audiencia- salga contenta de sus conciertos y con la sensación de que ha valido la pena haberse gastado lo que haya costado la entrada. Ninguna promesa incumplida, ninguna decepción, solamente rock para bailar, básico, machacón y visceral, pero que tampoco pretende ser otra cosa.
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