Papercuts, sin demasiado ánimo
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Papercuts, sin demasiado ánimo

6 / 10
Raúl Julián — 30-01-2012
Sala — La Lata de Bombillas
Fotografía — Raúl Julián

La primera visita a nuestro país de la siempre recomendable formación encabezada por Jason Robert Quever, no levantó en Zaragoza la expectación esperada a priori con la presentación de “Fading Parade” (Sub Pop, 11), cuarto álbum de estudio de Papercuts. Apenas medio centenar de aficionados decidieron celebrar la festividad local de San Valero junto al cuarteto de San Francisco, en otra muestra de la cada vez más preocupante desidia del público aragonés ante conciertos internacionales de indudable interés y menor popularidad.
Quizá esa escasa repercusión mermase definitivamente los ánimos de los artistas, pero lo cierto es que quién más y quién menos resultó decepcionado con una actuación plagada de claroscuros y fastidiosos contrastes. La jugosa mezcla de influencias latentes en la peculiar mente del artista discrepó con una excesiva sobriedad de escasa capacidad expresiva, mientras que la limitación vocal de Quever no pasó desapercibida para nadie, en una interpretación disimulada entre efectos y dotada siempre de una personal delicadeza que curiosamente aportó ternura y credibilidad al conjunto. A favor jugaron canciones incontestables como “Do You Really Wanna Know”, “White Are The Waves”, “Judy”, “Do What You Will”, “Chills” o “Marie Says You've Changed”, sostenidas por sí mismas gracias a la riqueza histórica que atesoran en su tratamiento original, en cruda oposición a la incapacidad real para representar su inquietante ensoñación con suficientes garantías sobre el escenario. Un escasísimo set de cuarenta y cinco minutos (con dos añadidos casi arrancados incluidos) confirmaron la decepción generalizada, en plena discrepancia con la ilusión de los que contaban con encontrar un valor seguro en la figura de la banda. En cualquier caso, resultó enriquecedor disfrutar (escasamente) del particular universo del norteamericano y su séquito, aunque quedase probado que éste da lo mejor de sí mismo arropado por la soledad de un estudio de grabación.

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