Estaban condenados a entenderse. José Ignacio Lapido y Quique González se han sacado de la manga una de las giras más memorables del rock español en los últimos tiempos. Ambos atesoran repertorio de envergadura. La brecha generacional se resuelve con el sincero respeto del uno y la profunda admiración del otro. Lapido elogiaba en sus artículos —hace más de una década— la integridad del madrileño en tiempos belicosos con las discográficas. Quique, por su parte, asegura que las canciones del granadino son las que siempre hubiese deseado firmar. Lo exteriorizó anoche en el teatro Manuel de Falla, en la ciudad donde Lapido congrega a más fieles, donde pactaron liarse la manta a la cabeza para estos conciertos y donde tuvieron lugar los ensayos.
Agotaron las entradas, “aun con la competencia de Maldita Nerea esta noche”, bromearon. González fue el motivado, incluso más con las composiciones ajenas que con las propias. Lapido, el cauto director de orquesta.
Y los ensayos debieron cundir, porque la máquina sonó engrasada y poderosa. Todo minuciosamente armado. Hasta cuatro guitarristas en el escenario. El frenopático Víctor Sánchez como contrapunto del clasicismo del barcelonés Pepo López (La Cabra Mecánica). Lustroso barniz de Hammond a manos de Raúl Bernal (Jean Paul, Grupo de Expertos Solynieve, Dolorosa). Batería de escobilla y matiz de Edu Olmedo (Señor Mostaza). Y el rey Midas de la producción indie, Ricky Falkner, ejerciendo de eficiente y discreto bajista al fondo.
Una banda grande en la que todos cantan.
Así que las canciones, por supuesto, volaron alto. Con el espíritu de aquel "True Confessions Tour" de Tom Petty y Bob Dylan gravitando en el aire. La esencia estadounidense hermana a Lapido y a Quique. Sus universos literarios se rozan y se separan, pero se complementan. En contra de lo previsible, las de Lapido imprimieron la adrenalina (‘Ladridos de perro mágico’, ‘Luz de ciudades en llamas’), mientras que Quique se acomodó en el papel de frontman. Nunca habíamos visto a Quique González así de alegre y liberado.
Acariciaron la perfección en ‘Vidas cruzadas’, ‘¿Dónde está el dinero?’ y ‘La ciudad del viento’. Erizaron vello con ‘Algo me aleja de ti’. Y levantaron al público de las butacas al final, cuando rescataron ‘Nubes con forma de pistola’, la última pieza que Lapido escribió para 091. Rock a pelo. Un cantante inmenso en los márgenes de la emoción íntima. Un letrista de hondos florilegios. Cada cual en su mejor versión. Que no dejen de sacar de paseo a sus perros.
la crónica para mi sería:como un técnico de sonido puede cargarse un concierto...las voces nunca estuvieron...a Lapido se le pudo escuchar algo...pero la voz de Quique no estaba...no se le entendía nada...los instrumentos estaban bien sonorizados (aunque algo elevados) pero fatal en las voces
"La ciudad del viento" no se tocó en el concierto, supongo que el cronista se refiere a "La luna debajo del brazo".