“ƒin” es el triple salto mortal, el movimiento definitivo, el golpe sobre la mesa. Pero es un golpe suave, inaudible, gentil, casi una caricia, y es que, con su primer álbum, Talabot nos muestra una faceta suya menos dura, donde la creación de atmósferas le gana la partida a su tradicional filosofía de bombo y sampler. “Todavía existe en cierta medida, pero mucho menos. Hacer temas de club requiere ciertos elementos inmutables: no le pongas menos pero tampoco mucho más. Por el contrario, cuando te pones con un álbum, por fin puedes dar texturas y trabajar sin preocuparte de si lo que estás componiendo se puede pinchar o no, que es la máxima preocupación de los doce pulgadas. Con el álbum tienes más libertad y puedes desarrollar todas las extravagancias que te apetezca”. Esta libertad la traduce John Talabot –que, por si algún barcelonés se lo pregunta: sí, estudió en la escuela con el mismo nombre- en temas del más diverso pelaje, desde balearic en esa espléndida obertura que es “Depak Ine”, hasta house de Chicago en “So Will Be Now” con Pional, pasando por esa especie de electro petshopboyesco que es “When The Past Was Present”, la oscura joyita tras el grito sintético inicial de “Oro y sangre” o el personal acercamiento al pop de “Destiny” también con Pional, con quien está trabajando en un tema para un recopilatorio de su sello Hivern y en un futurible EP.
El disco entero tiene cierto aire pop en su redondez y en su concepto global, si bien esta relativa y muy entrecomillada accesibilidad “no ha sido voluntad específica”, según cuenta John Talabot, a quien sus amigos conocen como Uri. “Quizá sea por los temas vocales”, aventura. “Lo que sí es verdad es que no quería sobresaltos, me apetecía un álbum sin hits”. (Cosa que, después de escuchar ese pepinazo que es “Last Land” o los mencionados temas con Pional, no sé si ha acabado de conseguir, porque, dios mío, qué temazos…). “Quizá es porque las percusiones son menos agresivas comparadas con las de los Ep’s”, sigue reflexionando nuestro barcelonés. No obstante, paradójicamente, “ƒin” es posiblemente lo más arriesgado que ha publicado hasta la fecha. Un álbum denso y oscuro, muy granulado, de texturas y con la faceta ambiental muy potenciada. “Quería que fuera así, de hecho considero que siempre he sido bastante oscuro y que cuando he llegado a ser ligeramente alegre o tropical ha sido por casualidad, por eso flipaba al ver que algunas críticas calificaban algunos temas anteriores míos como brillantes o luminosos. Con este disco, ya desde el principio decidí trabajar la atmósfera más tristona. Igual también influye en esa sensación de oscuridad el hecho de que me ha costado bastante hacer el álbum: he estado un año encerrado en casa trabajando en él, ya que no tengo estudio. Al final me sentía encerrado. Acabas agotado, con la cabeza turulata”. Ni siquiera podía sacar un rato para sus clases de piano, que al final tuvo que abandonar. “Cuando empecé a hacer música, no tenía ni idea de solfeo ni de tocar ningún instrumento ni nada, así que hace un tiempo decidí apuntarme a clases de piano, pero sólo duré seis o siete meses porque me agobiaba: no tenía tiempo para hacer los deberes, entonces la profesora se ponía nerviosa, y entonces yo también me ponía nervioso. Además, la cuestión es que mientras hacía el disco no me eran realmente útiles las clases, eran más bien un descubrimiento. Yo sabía que ciertas cosas pasaban pero no por qué: por ejemplo, ahora entiendo por qué ciertas teclas negras suenan bien con algunas blancas y con otras no”.
De lo que sí ha tenido tiempo es de salir a comprarse –todavía- más cacharros para completar el arsenal utilizado en el disco: Juno 606, una 707, Sequential Circuits Drumtracks, Sequential Circuits Sixtrax, Drumatix606 y un Microkorg, un sintetizador que Talabot ha usado mucho en sus directos y que es “súper baratito, pero ofrece sonidos básicos que pueden ir muy bien”. “Tuve que comprarme dos cajas de ritmo más porque había unos cuantos cacharros que tenían unos manuales muy gordos y si me ponía a intentar descifrarlos, la cosa se iba a alargar un año más. Aunque en el proceso usé bastantes elementos, yo mismo me restringía de algún modo y me decía ‘con esta caja y este sinte tengo que hacer este tema, con esta otra y este otro, este otro tema”. Consciente de que esa rutina tan absorbente, alargada en exceso, puede resultar insana, Talabot decidió poner punto y final cuando, al mirar de lejos el disco, veía un todo, un algo global que le cuadraba. “Un disco lo acabas cuando dices ‘basta’. Podrías estarlo perfeccionando eternamente y estás tan metido que pierdes el norte. Cuando me gustó lo suficiente y me di cuenta de que me estaba absorbiendo demasiado y de que tenía ganas de hacer otras cosas, decidí que era el momento de parar y lanzarlo”. No facilita la decisión la presión de ser considerado uno de los adalides de la música electrónica en España. “Más que miedo, lo que sientes es que no controlas lo que se dice de ti. Además, al no haber tantos elementos electrónicos por aquí, parece que las expectativas son más grandes”. Talabot matiza que: “en realidad no es que en España no se haga buena electrónica, sino que no trasciende porque no se sabe llevar, ya sea por culpa de la distribuidora, los sellos…”. Otro motivo importante puede que sea que “aquí somos muy de pop”. “Cuando miro las listas de lo mejor del año es como si estuviera en un loop infinito: siempre están los mismos. Yo, por ejemplo, si tuviera que pensar en lo que puede gustar en España a la hora de hacer mi música, no sé qué haría. Aquí hay una separación muy grande y muy idiota entre la gente a la que le gusta el pop y aquella a la que le gusta la electrónica, cuando el pop de hoy en día se hace con muchísimos elementos electrónicos. Se oye mucho la coletilla de que la electrónica es ‘siempre lo mismo’, pero en realidad es el pop lo que suele ser ‘lo mismo de siempre’”. Pero, como el productor se encarga de remarcar, en realidad la oferta de nuestra escena electrónica es muy amplia y se pueden encontrar verdaderas joyas. “Yo sigo mucho a la gente de mi discográfica, Hivern. Suelen ser artistas raros, que toman riesgos, que se alejan de lo accesible, como por ejemplo Downliners Sekt, que estuvieron a punto de hacer algo tan importante como un tema para la banda sonora de ‘Cisne negro’. O sea que aquí igual son unos raritos pero fuera ese tipo de propuestas más arriesgadas tienen más aceptación. Es como el sello Tri Angle: si fuera español, le habrían caído una de hostias…”.
"Juno 606, una 707, Sequential Circuits Drumtracks, Sequential Circuits Sixtrax, Drumatix606".
Roland Juno 106 (que lo he visto en sus fotos de Facebook), una Roland TR 707, un Sequential Circuits Sixtrak y una Roland TR606 Drumatix.
A las cosas, por su nombre.
Gracias
Sí, Juno 606 no existeix, lol.
es Juno 106
THX that's a great anrews!