En casi todas las entrevistas que he leído a propósito de “Postales negras” te preguntan por la razón por la que te decidiste a escribir el libro, y tu respuesta suele ser “porque alguien en Penguin Books me empujó a ello”. Me gustaría saber si te enfrentaste a la escritura como terapia (en sus páginas haces referencia a tu psicoanalista en varias ocasiones, y diría que haces especial hincapié en las experiencias más dolorosas de tu vida) o por el contrario tenías en mente a tus lectores (también en muchas entrevistas has enfatizado que uno de tus objetivos a la hora de escribir “Postales negras” era mostrar a tu público que el “rock’n’roll life” no es exactamente como muchos de nosotros imaginamos…).
Empecé a escribir unos capítulos cuando se produjo la ruptura de Luna, un poco porque era el momento en que tenía tiempo para ello, y poco después recibí la llamada de Scott Moyers, editor de Penguin Press, a quien le gustaron los capítulos. Inmediatamente firmamos un contrato y eso me empujó a echarlo para adelante, porque a partir de ese momento ya tenía una fecha de entrega. Las fechas de entrega son la única cosa que realmente me empuja a terminar un trabajo, ya se trate de un libro o de canciones. Y sí, pasar tanto tiempo examinando mi propia vida fue una terapia. Una terapia no siempre es agradable, pero resulta productiva. Si enfatizo los momentos más dolorosos creo que se debe a que para mí esa es la esencia de la escritura, ya se trate de la letra de una canción o de unas memorias. El punto está precisamente en aferrarte a tu propia experiencia y exagerar aquello que sientes.
Como decía antes, muestras una imagen no excesivamente romántica del “rock’n’roll life”. Estoy pensando concretamente en el arranque de un capítulo del libro en el que citas a Nietzsche y su reflexión del infierno que supondría verse obligado a repetir cada uno de los momentos de nuestras vidas. ¿Recomendarías a cualquier chaval que desea vivir ese sueño del rock’n’roll que se dedicara a otra cosa? O dicho de otra manera, ¿te arrepientes de algo?
No pretendo dar ningún consejo a nadie, pero obviamente la de “rockero” no es la profesión más segura a la hora de pensar en el futuro. Personalmente puedo decir que nunca planeé hacer de ello mi vida, no preveía hacer carrera en el rock cuando tenía 20 años. Pero grabé aquellos discos y la gente respondió, así que seguí adelante y cuando me fui a dar cuenta lo había convertido en mi forma de vida. He continuado viviendo de ello así que me considero una persona afortunada, es algo que cada uno debe resolver a su manera. Empiezas a hacer canciones cuando eres un adolescente o un veinteañero porque adoras la música y nadie puede meterte en la cabeza que es una mala idea: está en tu sangre. A esa edad en que tiendes a ser excesivamente confiado, incluso arrogante, y esas son cualidades muy útiles cuando arrancas una banda. Sobre el arrepentimiento, obviamente he cometido errores y hay cosas que hoy haría de forma diferente, especialmente a la hora de negociar contratos, pero así es la vida…
Obviamente el libro supone un repaso a la trayectoria de Galaxie 500, Luna y, por encima de todo, Dean Wareham. Pero ¿crees que también representa a un tipo de banda, a un momento específico en la Historia de la música pop?
Me di cuenta nada más terminar el libro que tenía una fecha de caducidad, que el mundo sobre el que había escrito (sellos indies, multinacionales, presupuestos, gente que te acompañaba en las giras,…) había cambiado totalmente. El libro se centra en finales de los 80 y la década de los 90, la era del compact disc y los grandes beneficios para las discográficas. Un mundo que ha dejado de existir. Pero las bandas de rock’n’roll todavía están ahí y su historia no difiere demasiado con el paso del tiempo: un enamoramiento inicial, construir algo todos juntos y después ver como todo se desintegra.
Tengo la impresión de que realmente te has esforzado por ser imparcial en la escritura del libro a la hora de contar los diferentes conflictos dentro de la banda y también cuando te refieres al negocio. ¿Te quedaste con la impresión de que lo habías conseguido?
Intenté equilibrar. Con el paso del tiempo he aprendido a mirar atrás y darme cuenta cuándo otros miembros del grupo me estaban poniendo de los nervios, y estoy seguro de que yo tampoco fui fácil de llevar. La cuestión es que es muy complicado permanecer en una banda con las mismas personas durante varios años. El conflicto en una banda es inevitable, todos los músicos tienen sus propios problemas. Algunos baterías son felices tocando, pero otros se sientan ahí atrás guardando en secreto la rabia que les produce que el cantante esté acaparando toda la atención.
¿Y te has ganado algún enemigo con “Postales negras”? ¿Notas que de alguna forma ha cambiado tu forma de relacionarte con otros músicos, fans, periodistas,…? Ya sabes, como si esperásemos que cualquier cosa que vayamos a decir pueda utilizarse en el futuro en nuestra contra…
Un roadie intentó pegarme un puñetazo. Y algunos periodistas se han cabreado. Los periodistas estáis acostumbrados a escribir sobre otras personas pero no a que otros escriban sobre vosotros. Pero también tengo que decirte que después de escribir el libro tengo un mayor respeto por los periodistas musicales y en general sobre todos aquellos escritores que se decidan a la no-ficción. Porque hacen falta agallas para expresar abiertamente tus opiniones y plasmarlo sobre el papel pese a que sabes que va a haber gente que te va a odiar por ello. Seguro que si hubiera escrito un libro sobre el rey Enrique II alguien se habría molestado conmigo igualmente.
En el libro explicas con mucho detenimiento y exactitud todo lo relativo al negocio y los aspectos económicos de tener una banda. Y sólo puedo decirte por ello ¡gracias! porque es un tema que siempre permanece en secreto. Ahora que han pasado cuatro años desde la primera impresión de “Postales negras” en EEUU ya puedes decirme: ¿es el negocio de la escritura más o menos lucrativo que el del rock?
Eso dependerá, claro, de cuántos libros vendas. Y el negocio de los libros está ahora mismo sometido a las mismas presiones que la industria musical: descenso de las copias físicas, descenso del número de lectores, mayor número de personas que prefiere pasarse todo el día sentado frente a la pantalla del ordenador actualizando su muro de Facebook, etc.
Me ha sorprendido para bien durante la lectura de "Postales negras" darme cuenta de hasta qué punto has sido fan de la música. Te puedo asegurar que tras muchas entrevistas no me he encontrado a demasiados músicos que escuchen los discos de otros con pasión. ¿Crees que me equivoco al hacer este juicio? Te pregunto porque tal vez estoy siendo demasiado severo, y esta opinión no sea más que el reflejo de la falta de encuentro y la desconfianza que en cierto modo existe entre periodista y artista. De hecho en el libro apenas hay referencias a periodistas que hayan sido amigos cercanos de Luna o Galaxie 500 o que hayan tenido algo que ver en el desarrollo de tu carrera, y es algo que me ha extrañado.
Bueno, estoy seguro que ahí es donde empieza todo, ejerciendo de fan de la música. Eres un chaval y algo cambia cuando conoces a esos tíos que son como dioses, como héroes. Para mí ese papel lo ejercieron Joe Strummer, Ian Curtis, Tom Verlaine o Jonathan Richman. Tal vez los músicos no tengan a menudo la oportunidad de hablar de las canciones de otros. Piensa que nos pasamos el día respondiendo a preguntas sobre los discos que acabamos de grabar y, para serte franco, a menudo ese tipo de conversación es un coñazo: “¿Quién ha producido el disco?” “¿De qué manera se escribieron las canciones?” ¿A quién le importa?
Yo cuento con unos cuantos críticos como amigos cercanos, sin ir más lejos Ignacio Juliá. Pero también estoy en deuda con una serie de músicos que son siempre fuente de inspiración y consejos, como Pet Kember (Sonic Boom) o Chris Hollow (vive en Australia, toca en una banda que se llama Sand Pebbles y sólo nos hemos visto en persona unas pocas veces, pero estamos enviándonos música constantemente el uno al otro).
Ha quedado claro que eres un consumidor apasionado de música, pero ¿todavía buscas descubrir nuevas bandas, sorprenderte? ¿O de alguna forma la música en tu vida va poco a poco reduciéndose a una suerte de mecanismo para regresar a los “viejos buenos tiempos”?
Intento prestar atención a las cosas nuevas. Pero es más complicado que antes por la vorágine de lanzamientos: estamos inundados de nueva música y entre todo eso hay montañas de basura (y a menudo esa basura ha recibido críticas entusiastas). Si te fías de algunas revistas o las tiendas de discos hay un gran álbum publicado cada semana, pero yo me doy con un canto en los dientes si encuentro cinco buenos discos a lo largo de un año. En líneas generales tengo más éxito cuando rebusco en el baúl de los recuerdos para encontrar un viejo disco de los Everly Brothers o de un cantante country del que nunca hasta hoy había escuchado nada que prestando atención a la última banda independiente.
Recientemente también has ejercido de periodista entrevistando por ejemplo a Stephen Malkmus. Me gustaría saber qué es lo que te interesa de un músico a la hora de plantearle tus preguntas…
Podría haber entrevistado a Stephen Malkmus durante tres horas seguidas. Nos conocemos desde hace años (tocamos algunas canciones juntos en la boda de un amigo común hace tiempo) y él siempre ha sido uno de mis letristas favoritos, así que tenía bastantes preguntas sobre su técnica como escritor (aunque, es cierto, acabo de decirte que esa es una de las típicas preguntas coñazo). Los dos hemos compartido experiencias muy similares, a pesar de que Pavement han sido claramente una banda mucho mayor que Luna o Galaxie 500. Recuerdo que compré el primer EP de Pavement alrededor de 1990; y él me dijo que se acordaba de cuando compró el primer disco de Galaxie 500 también. No he hecho muchas entrevistas más al margen de esa: Mo Tucker, Jad Fair, Sterling Morrison y Lee Hazlewood.
En el libro haces varias referencias explícitas a tus experiencias en España a lo largo de los años. Me gustaría conocer tu visión sobre cómo ha cambiado el negocio musical independiente y el público en este país a lo largo de los últimos 20 años, si tienes alguna opinión definida al respecto.
Bueno, aunque es cierto que para mí el público ha cambiado, no sé si se pueden sacar unas notas generales a partir de esa experiencia personal. Te puedo decir que a día de hoy todavía me encanta tocar en España, por la comida desde luego y también por otras cosas. Lo único que me llamó la atención en mi última visita a Madrid era que había gente rebuscando en la basura algo para comer o vender, pero eso es algo que ha existido en New York al menos desde que yo tengo memoria, así que no es un mal exclusivo de España.
Tengo curiosidad por saber si has tenido contacto o incluso trabajado de la mano del traductor de "Postales negras" al castellano, Tito Pintado. No sé si sabes que formó parte de una banda, Penélope Trip, que significó aquí algo muy similar a lo que pudieron ser Galaxie 500 en el mundo anglosajón.
Intercambiamos algunos mails durante el proceso de traducción, pero Tito no hizo referencia en ningún momento a que había tenido una banda. Lo que sí sé es que Fino Oyarte, el Editor, tenía intención desde el primer momento de encontrar a un traductor que estuviera conectado con el mundo de la música.
Por último, sé que hay una serie de canciones grabadas junto a Jason Quever (Papercuts) y otras con Jim James (My Morning Jacket). ¿Es algo de lo que podamos hablar? ¿Están más o menos claros tus inmediatos planes de futuro?
Tengo nueve canciones producidas por Jason y otras tantas por Jim, y tiene pinta de que formarán parte de dos discos independientes porque suenan completamente diferentes. Sabré más sobre el tema dentro de unos meses. Por el momento mi plan inmediato es publicar un single a principios de año con el sello británico Sonic Cathedral.
Entonces la traducción la ha hecho alguién que cantaba en inglés "guachu guachu"? Brillante.;
Tito Pintado cantaba guachu guachu, pero curiosamente es licenciado en filología inglesa y traductor profesional. Vamos, que si no hacía letras en inglés era porque no le salía del...