El puño y la letra
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El puño y la letra

8 / 10
Luis J. Menéndez — 01-10-2013
Empresa — 66 Rpm Edicions

Luis Boullosa lleva una década combinando su labor como periodista y crítico musical con una faceta literaria (poesía y también novela) y su pasión por la música, que le ha llevado a formar parte de diferentes formaciones subterráneas como Gog Y La Hienas Telepática, 5 Cobras o Molestones. Esto es, Boullosa es un rockero de pro, obsesionado (casi diría que traumatizado) por los efectos que produce sobre la audiencia un riff de guitarra afilado y el modelo literario construido por tótems como Reed, Dylan o Cave.

Así que “El puño y la letra” no puede ser otra cosa que el resultado de esa pasión hecho texto periodístico, una caprichosa –no lo digo yo sino el propio autor- selección de estrellas del underground rockístico que a lo largo de sus casi trescientas páginas reflexiona sobre la razón de ser de sus canciones y el modus operandi creativo. Del misticismo antireligioso de Julian Cope al papel de romántico empedernido y urbanita que representa Aidan Moffat, pasando por Grant Hart, Gareth Liddiard (The Drones), Ryan Sambol (Strange Boys), Pete Simonelli (Enablers), Kim Warsén (Ginferno), Brendon Humphries (The Kill Devill Hills), Matt Korvette (Pissed Jeans) y Michael Gira (Swans), cada uno de los protagonistas de este volumen es dueño de una voz poderosa, ajena a las penurias a las que parece inevitablemente ligada su posición como iconos underground del rock contemporáneo.

Con sus virtudes y defectos (no deja de ser el primer libro publicado por Boullosa) “El puño y la letra” cobra vida propia más allá de esa concepción inicial como colección de piezas más o menos independientes en las que se va dando voz a cada uno de sus protagonistas. Y de esta manera del ensayo filosófico se pasa a la crítica literaria, de ahí al perfil biográfico y, finalmente, a una suerte de autorreflexión sobre el Estado de la Nación Rock en 2013 y su razón de ser a estas alturas de la Historia. La de las canciones, quiero decir, pero también la del compositor, la del periodista cultural y la de todos aquellos cuya apuesta por el margen no es tanto una elección como una cuestión necesidad vital y supervivencia moral.

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